“¡Malditos, mil veces malditos!”, era el grito desgarrador que lanzó ayer Elvira García Vásquez, al mismo tiempo que, junto a sus familiares, se abalanza contra uno de los tres sujetos, uno de ellos menor de edad, sindicados de haber dado muerte a cuchillazos y machetazos, la madrugada del domingo pasado, a cuatro ancianos en el distrito de Chao (Virú).
Doña Elvira quería hacer justicia con sus propias manos y esperó pacientemente a los criminales a las afueras del Complejo Policial de San Andrés de Trujillo, hasta donde fueron trasladados, para verlos cara a cara y lograr ese objetivo.
“Esa gente no merece vivir”, decía con amargura y entre lágrimas, conteniendo su furia, la cual la desató en cuanto vio bajar a los homicidas de un patrullero. La anciana sacó fuerzas de la nada y golpeó a uno de ellos. Incluso forcejeó con los policías que quisieron evitar el acercamiento con los acusados.
Su indignación es entendible. Hace 15 días viajó a Chile para asistir al sepelio de su hijo Agapito, de 44 años. Una enfermedad terminal se lo arrebató. Estando en el vecino país, aún con el dolor en el pecho por tan terrible pérdida, recibió la fatal noticia de que sus hermanos de madre Agapito Floro Castillo Vásquez (83), Jacoba Castillo Vásquez (85), Lucas Evangelista Sarmiento Vásquez (77) junto a Pedro Pablo Sánchez Jara (93) habían sido asesinados de la manera más cruel y despiadada, cuando descansaban en su casa del sector El Milagro del centro poblado menor San Roberto (Chao).
La pena de cadena perpetua que les aplicarán a los autores de este horrendo crimen, no basta frente a tremendo dolor.
Pagaron mal
Elvira junto a sus familiares, que se apostaron a las afueras de la sede policial con carteles en sus manos, en uno de los cuales se leía: “si no hay justicia, no habrá paz”, insistían a gritos la aplicación de la pena capital pese a que las leyes en nuestro país no lo permiten. Y es que no entienden la razón por la cual Wilson Ricardo Naves Lavado (21), Elmer Wilmer Rojas Paredes (18) y el adolescente de iniciales F.T.R.G. (17), conocidos como Pila, Misha y Pancho, respectivamente, actuaron con un irracional enseñamiento contra sus seres queridos.
“Ellos (los asesinos) quedaron huérfanos de padre desde chiquitos e iban a pedir ayuda a las casas. Mis hermanos, que siempre han sido muy buenos, los apoyaban, les daban comida y hasta vestimenta, porque eran pobres, y ahora, les hacen esto. Por eso, estos sujetos no merecen vivir de ninguna manera”, contó Elvira entre llantos.
Descartó que los criminales hayan tenido una rencilla con alguno de sus hermanos. “Eso jamás, al contrario, ellos (sus hermanos) ayudaron a esos jóvenes cuando no tenían qué comer. Todo lo han hecho por robarle, sabe Dios que habrán tenido en la cabeza para hacer esto”, expresó
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